domingo, 24 de octubre de 2010

Miedos



Compartimos espacios con gente con la que sólo tenemos en común las ganas de vivir, pero no la forma de hacerlo, los proyectos, metas, intereses, pensamientos, aficiones....y la mayor parte del tiempo sólo nos sirve para reafirmarnos en lo que no queremos, dejándonos la sensación de que al final de este libro, el/la protagonista no encontrará lo que necesita.

¿Será que sólo queda hacer como Firmín? imaginar que somos quienes no somos, estamos donde no estamos, hacemos, sentimos, vivimos...lo que nos gustaría, aunque al mismo tiempo nos preguntemos qué hacemos en ese lugar que frecuentamos a diario por obligación o de vez en cuando por placer.

En esos pensamientos estaba cuando, mientras Duque y Sara se saludaban, presencié una escena en donde un hombre de unos sesentaitantos, apartando la persiana de una puerta, asomaba la cabeza al interior de una casa y preguntaba a la persona que había dentro si estaba a gusto en la casa. Una voz de mujer, de una edad similar, respondió afirmativamente y algo más que no pude entender. El hombre le dijo que "el cojo" pasaba de vez en cuando por esa calle, a lo que ella respondió con un atribulado y temeroso: no digas nada, tú no digas nada. Él le respondió tranquilizándola con un: no te preocupes y una risa de complicidad, marchándose a continuación con Sara, la perrita que le acompañaba.
Yo continué mi paseo pensando en la tristeza de esos otros miedos que, también, pueden durar toda una vida....sólo que en esos casos, si antes no te mata "el cojo".

1 comentario:

Gustavo D´Orazio dijo...

Lola, me ha gustado...y me quedo pensando. Un abrazo cordial.