lunes, 22 de septiembre de 2008

Recordar para no repetir


El 5 de agosto de 1939, trece mujeres, la mitad menores, (la mayoría de edad estaba fijada a los 21 años) fueron ejecutadas ante las tapias del cementerio del Este de Madrid. Fue uno de los episodios más crueles de la represión franquista. Por la juventud de estas mujeres se les conocía como "las trece rosas" y su historia sigue viva hoy en forma de libros, teatro, documentales y cine.

Había leído sobre ellas y hoy he visto la película, de Emilio Martínez-Lázaro, que tenía aparcada porque según me dijeron, estaba bien, pero era de mucho llorar. Y resultó ser cierto, tanto lo uno como lo otro, porque me ha gustado y he llorado, aunque, más que de rabia e impotencia, como se supone de un tema como el que trata, por una historia bastante endulzada a como debio ser la realidad. Y es que según los documentos y la memoria de los que conocieron aquello, la vida en la carcel no tenía que ser tan fácil como la pintan, ni las guardianas tan amables, ni ellas debían ir tan arregladas, ni tendrían un aspecto tan saludable, acinadas en una carcel con poco que comer.....

Según he leido, la intención del director era no presentar la realidad tan dura como fue para no levantar viejas heridas, claro que eso ya lo expresó Blanca Brisac, una de las trece rosas, en la carta que escribió a su hijo, en la capilla antes de morir: "Voy a morir con la cabeza alta...Sólo te pido...que quieras a todos y que no guardes nunca rencor a los que dieron muerte a tus padres, eso nunca. Las personas buenas no guardan rencor...." De cualquier forma, ajustada o no a la realidad esta película ha servido para cumplir el deseo que dejó escrito Julia Conesa, otra de las trece, antes de ser fusilada: "que mi nombre no se borre de la historia".

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